Hacia un futuro del idioma globalizado

Hubo un tiempo en que el trabajo de un intérprete o un traductor era casi imprescindible en reuniones donde intervinieran varias nacionalidades, tales como políticas, económicas, de educación, sanidad…. Siempre que los distintos países tenían que ponerse de acuerdo sobre un tema global, eran necesarios los servicios de alguien que pudiera hacerse entender en un idioma y en otro, y no solo en lo que a lenguaje se refería, pues a veces era necesario incluso que conociera algunos modismos o costumbres habladas que pudieran ser malinterpretados o dar lugar a confusión, sobre todo si se trataban temas delicados.

A mediados del siglo pasado, ya era un hecho que la gran mayoría de los países del mundo utilizaban el inglés como lengua común para hacerse entender en cualquier campo en el que pudiesen tener intereses compartidos. Esto fue el primer hachazo al trabajo de traductores e intérpretes, sobre todo para estos últimos; el segundo fue internet, llevando este hecho al mundo entero sin ningún tipo de frontera e incluso incorporando su contenido en varios idiomas o con un traductor ya añadido. En el momento en que las personas de distintas lenguas pudieron ser capaz de entenderse estando ante sus webcams sin necesidad de nada más, estábamos ante una revolución; y alcanzó su cénit cuando estos encuentros podían realizarse a miles de kilómetros de distancia.

Hoy en día, las videoconferencias entre las distintas partes del mundo es una cosa totalmente generalizada, y todos hablan de ellas como la mejor alternativa a tediosos viajes de unos países a otros, o incluso en el mismo país. Sin embargo, a pesar del encantamiento de todo el mundo, hay que tener en cuenta ciertos elementos desastibilizadores: sin ir más lejos, aquellos usuarios de internet que usan sus conocimientos para molestar, cuando no algo más grave, al resto de cibernautas. Por ejemplo, saltó la noticia de que un video porno interrumpe una reunión oficial sobre un desatre natural en EEUU; y esto, a pesar de que seguro que fue molesto, no fue ni de lejos lo peor que pudo haber pasado.

La pornografía online fue un problema para la navegación en internet desde el principio. Seguramente se debía a la falta de control que la red de redes ejercía sobre este contenido para adultos, siendo muy fácil y muy barato (de hecho, gratis) el acceder a cualquier visualización de videos porno y fotos xxx en cuanto abríamos nuestros navegadores. La internet a nivel de usuario era un paraíso para los contenidos pornográficos, y las categorías preferidas de entonces, jovencitas gratis y folladas, pululaban por toda la red saltándonos a la más mínima búsqueda. No es que me queje de ver chicas guapas y desnudas practicando sexo como descosidas, sería ser hipócrita (y reto a cualquiera que no esté de acuerdo conmigo); pero reconozco que el porno online se desbocó mucho más allá de las webs para adultos, y es bueno que se haya podido restringuir su espacio a páginas especializadas y claramente especificadas como tales.

Pero volviendo al tema… En el caso de la interpretación de idiomas, ese trabajo está cada vez más devaluado, cuando no debería ser así. La traducción interactiva es una opción bastante buena para acabar con un montón de personas ajenas al tema de una reunión y que solo están allí para la comunicación (que al fin y al cabo tampoco es una cosa baladí); pero esto pudiera resultar en una falta de interpretación in situ, que a veces también es necesaria para que la comprensión entre los interlocutores sea totalmente adecuada. Por otro lado, si hablamos de traductores, puede que este sea el campo donde muchos intérpretes acaben empleando su conocimiento de idiomas: siempre habrá publicaciones, películas, o contenido audiovisual que necesiten ser traducidos; o subtitulados, si es que al usuario le guste consumirlo en su idioma original.